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¿Alguien se imagina que una gran compañía de refrescos como Coca Cola sólo hiciera publicidad cada vez que lanza un nuevo producto? Renunciaría, sin duda, a sus principales activos: su posicionamiento y su imagen definida de marca; dejaría de ser un símbolo para ser poco más que una embotelladora de agua azucarada. En política ocurre algo similar, no podemos esperar al pistoletazo de salida que significa el comienzo de una campaña electoral.

Todas las acciones de un líder político o de su organización forman parte, queramos o no, de una campaña “permanente” y, por lo tanto, los últimos días de una contienda electoral sólo se van a poder llevar a cabo pequeños cambios sobre lo que ya se haya trabajado con anterioridad. Es como intentar aprobar un examen estudiando sólo la noche antes, o intentar remontar un partido en el tiempo de descuento: puede funcionar, pero no suele ser la actitud más recomendable.

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